Incómoda columna

Ya ven que antier soñé con perros, pues hoy ya lo digerí. Literalmente. Ahora estaba preparando una comida para invitados que pronto llegarían; el platillo principal consistía en unos trozos de carne amarrados con un hilo largo y continuo que habían sido previamente tragados por mí y por alguien más, y digamos que cocidos a los jugos gástricos durante cierto tiempo, luego habíamos echado mano de la punta del hilo y los habíamos extraído de nuestras entrañas, calientes y en la última etapa de cocción, antes de pasar a la del salseo. Entre los invitados había algunas personas a quienes no tengo aprecio porque las considero desleales, taimadas y egoístas: peligrosas; uno en particular, cuyo nombre guardo en un hoyo de la pared y lo tapo con un antiguo azulejo. La última ayudante, a quien le jalábamos el hilo para sacar la vianda de su barriguita era una niña gordita y simpática. Y la característica fundamental de la delicia gastronómica era que se trataba nada menos que de ¡carne de perro!

Perdón por contar esto tan poco edificante; ven que no suelo regodearme en asquerosidades ni es lo morboso y sórdido de donde suelo sacar materia para mis exaltaciones, pero me llamó mucho la atención el hecho, tan poco relevante en apariencia, de que se tratara, como un colofón a otros sueños, de carne de perro, ya que en este caso era poco importante: dentro de las categorías del sueño eso no hacía que fuera ni mejor ni peor guiso.

Bueno, ayer ya no conté el desenlace porque no me pareció prudente romper el orden y publicar otra página después de la ordinaria porque sé que hay quienes cuentan con la relativa coherencia de este blog. Pues resulta que otra vez la sangre estaba aguada; digamos que me faltaba hemoglobina para ser sangrón, por lo que el médico decidió cambiar el tratamiento al considerar clínicamente que este fármaco (ya es el cuarto, creo: vinorelbine) no está dando los resultados apetecibles y sí en cambio persiste en jalonearme a las parcialidades de la anemia. La próxima semana, si no recibo una catarata de protestas por andar hablando nomás de cosas feas, os pondré al tanto del nuevo medicamento con el que empezaré relaciones.

Cuento con que hoy, por ser 1 de mayo, haya pocos lectores para esta nauseabunda bitácora. Aunque quién sabe, como no hay periódicos, esos lectores compulsivos de noticias tal vez se vengan en tropel, ávidos de leer lo del día, el pan caliente de la mano panadera del mundo, a esta viviente página en donde, mal que bien, cada día fosforece el pálpito contundente de la realidad. Pues vengan y sean bienvenidos, que aquí cantaremos y bailaremos, contaremos anécdotas picantes y divertidas y aparecerán señoritas y caballeros jugando a las prendas y llenando de música las volteretas del jardín. Hasta que pase un coche y, ¡brrrrruuuuuummmm!, me los haga papilla.

¡Ay, Aura, ya; no seas pesado!


AEROMOZA Y MADRE

La madre no confía en los servicios de la aeromoza.
Es por demás que la empleada quiera opacarla
o sustituirla.
Ella se apresura a reacomodar la charola en que su hija,
pobrecita,
azorada pero vacía,
contempla el desayuno cubierto de plástico y aluminio.

Sólo su madre, y que no lo dude,
podrá quitarle esa frialdad de desayuno ajeno,
independiente, descarnado,
esa condición de helada mundanidad
con que la ingenua azafata ha tratado de alejar a la hija
del seno protector,
secretamente irascible, de la madre.

La hija se ha tardado en consumir la pitanza,
el avión se precipita a la conclusión de su tarea,
la moza no volverá a pasar por el pasillo,
la niña deja en el piso la charola,
alguien acabará pateando el medio vaso de jugo de naranja.

Escúchalo:

4 comentarios:

Anónimo dijo...

SoL sin sol, sin Aura dit:


El sueño insistente por la carne de perro es el simbolismo de las precupaciones sublimadas en el inconsciente.

Sol eu.

elvira dijo...

Ale.
Te queremos, y deceamos pronta recuperación, los sueños son el subconsiente de lo no deceado,
sólo una madre podrá quitar ese sabor de plástico y darle confianza.
Elvira Trujillo

mctelloli dijo...

Hola Alejandro,como el pan, siempre vengo a leerte, sólo que al igual que muchos ritos, no tuve valor para saludarte. Ahora sí, continuo: saludos y que buena idea el audio y el texto, uno se siente en casa. Muchos saludos

Maria

Alejandro Aura dijo...

Pues, María, bienvenida; estás en tu casa, y haz que me valga esta retórica preciosa de los mexicanos.