Urticaria caperuza

Aprobado con sobresaliente: me desperté a las cuatro y tantas pensando que ya y resignado a ponerme a leer o a lo que fuera, y anda vete, me volví a quedar hasta que la luminosa ascua del día me dijo, ven muchacho, y déjate allí, no te rasques. Si alguno de ustedes quiere recordar uno de los más espantosos capítulos que de la intoxicación humana se han escrito lo remito a berros y ronchas, del viernes 16 de marzo pasado, texto largo y terrible, pero si no lo conocen y tienen tiempo... Porque el caso es que desde ayer se me comenzó a desarrollar una urticaria caperuza; es decir, desde la coronilla de la cabeza, por atrás de las orejas y todo el cuello por detrás y por delante y la parte delantera del pecho, como si tuviera un gorrito con volandas, y qué ansias de rascarse. Veremos cómo evoluciona durante el día. Y como maldición, es sábado.

Lo que ayer quería contarles pero no tuve monedas para hacerlo es algo de mi vecindad con la casa de Lope de Vega. Parva propria magna, magna aliena parva, que más o menos vendría siendo; si es pequeña y es mía es grande, porque grande y ajena es pequeña, o sea, mi casa es chica pero es mi casa. La idea no es tan nueva pero lo que me llama la atención es que eso lo haya hecho grabar en piedra y lo haya dejado para recuerdo de generaciones como si no fuera suficiente su obra literaria descomunal. Como si no supiera que su nombre está conservado en un material más duro que la piedra. La casa es chica, en efecto, pero tiene un huertecillo del que Lope habla en muchas ocasiones con una satisfacción y un gusto que dan envidia. Ya se ve que no lo tomó a la ligera: llamó al maestro lapidario para que le escribiera tal lema en el pórtico que andando los siglos me había de servir para ponerle un ladrillo más al pedestal en que ha vivido desde que se murió.

Y sabrán ustedes perdonar si no soy más elocuente pero hace ratito, cuando estaba trabajando en esta página, me pareció oír un timbre y una voz grabada que decía: a todos los operarios que deseen descansar se les concede una pausa, y yo, con mucha vergüenza, me volví a dormir.