Los gallos tipográficos

En el sueño parecía sencillísimo, me despierto y lo escribo y así todo el mundo se entera. Pero, claro, ya despierto no tiene pies ni cabeza: habíamos emprendido Milagros y yo un juego muy curioso con los nombres de nuestros personajes, que eran algo así como un gallo y una gallina medievales, muy vistosos. Consistía en ir enriqueciendo la tipografía poniéndole cuanta cosa encontráramos a la mano, pero todo estaba a la mano porque todo era escritura. Fácil y divertido. Hasta que se fue volviendo obsesión porque había demasiado: letras, signos, adornos, grecas, fuentes diversas, y no podíamos parar de hacerlo. Nosotros mismos parecíamos ir picoteando cada vez con mayor fruición en el inagotable panorama del mundo para aumentar el material. Llegamos incluso a arrancar con furia partes de lo ya hecho deformando de manera grotesca la realidad. Pasaron varias etapas del sueño y se fue volviendo una monserga, no servía para nada nuestro juego, no había cómo explicarlo, ya ni siquiera era agradable. Y para colmo me dolía la cabeza.

En fin, mientras Milagros prepara el desayuno, yo trato de salir airoso con mi obligación. Me pregunta que si también trabajo los domingos: sí, le digo, un ratito, para que no se haga un vacío que luego pueda llenarse con cualquier cosa que yo no quería. Esta semana no hicimos ninguna promoción del blog; los mensajes en los que me ayudan con tanta generosidad las grandes plumas quedaron sometidos al malestar del tratamiento médico. Poco a poco se va pasando. Respiro mejor. Aunque me sigo sintiendo de la patada veo que la cuesta se remonta. Mañana, seguramente mañana...