Ráfagas de vida real

Los días tienen la carga que les corresponde y uno va tratando de bandear entre ellos para comprender y ver si puede decir algo, si puede opinar, ejercer de humano un poco. Pero, claro, no es fácil: aquí en España habrá elecciones autonómicas y municipales el próximo domingo y el líder de la oposición, como si se tratara de elecciones a la presidencia de gobierno, prometió ayer que si gana (el año próximo, no en éstas) pondrá tren a 350 kph a todas las capitales de España, como si nadie se acordara que ellos dejaron de gobernar hace apenas tres años y durante los ocho que lo hicieron no pudieron terminar ni siquiera el tren rápido a Barcelona.

En Israel la tienda Zara ha tenido que disculparse con la comunidad ultra ortodoxa por haber vendido trajes de señor de una tela prohibida: mezclaron lino con algodón, una combinación antinatural que atenta a todas luces contra ¿qué?; por supuesto que la empresa pide perdón porque se trata de la principal cadena de tiendas de ropa en Israel y sus ventas son de muchos millones de euros al año.

Anoche veía en la televisión una escena filmada para el noticiero a propósito de la interminable guerra entre Israel y el Líbano; la verdad, no sé cuáles eran cuáles: unos soldados disparaban hacia supuestos combatientes enemigos, pero nadie crea que esperaban a verlos, afinar la puntería e intentar el blanco; no, disparaban ráfagas y ráfagas de balas hacia una dirección en la que supongo que se supone que están los contrarios. Yo nunca he comprado balas ni jamás he disparado un arma de fuego; no por principio sino porque no me he visto en la ocasión, pero sí sé que las balas cuestan y que el parque se acaba, que defender con armas el derecho y la justicia les cuesta mucho a los pueblos que tienen que hacerlo; pero aquí, se ve que no, que las fábricas de armas están a todo lo que dan y los soldados pueden disparar cientos o miles de tiros al día, aunque no le atinen a nada, porque los muertos que hay son de obuses lanzados desde otros puntos y contra la población civil.

Hay un ahuehuete de cuatrocientos y tantos años en la plazuela del barrio de San Juan, en Xochimilco, en México, que está en grave peligro; cada vez el pavimento, los coches y el espíritu de depredación lo acosan más de cerca; algunos vecinos han levantado la voz para defenderlo; yo me sumo enérgicamente.

Como se ve, además de la Ilíada, estoy también al pendiente de lo que pasa en lo que llamamos la realidad. Sólo le pido a mi blog que se estire un poco y me alcance para todo.

1 comentarios:

Milagros dijo...

Pues así no me extraña que andes hoy tan alicaído teniendo que llevar no sólo el peso de las nubes que hoy en Madrid oscurecen el día, sino además las preocupaciones del mundo, pues no está fácil. Pero ya están listos el jugo de carne y las gelatinas para que cuando reamanezcas todo sea más fácil.