Me da hipo

Es que me da hipo. Un hipo pertinaz, reiterativo, como todos los hipos. Casi no me doy cuenta cuando comienza, es suave y mullido, con algo de curativo; uno cree que va a ser un espasmo benéfico y liberador y sigue con lo suyo; pero cuando se ha instalado como descarga nerviosa que sacude todo el cuerpo y el entorno del cuerpo, comienza a tornarse en maldición. Hago lo que corresponde, claro: me tapo la nariz y dejo de respirar hasta que aguante, pero la medida no me deja prosperar porque a la mitad de mi ejercicio, hip; tomo agua al revés y apenas estoy tratando de dominar el ridículo de la postura y del ejercicio mismo cuando, hip; respiro adentro de una bolsa de papel y mientras voy cerrando con el puño los pliegues para que no se cuele el aire externo, hip; trato de procurarme sustos pero es prácticamente imposible asustarse uno mismo, se requiere una imaginación demasiado enfermiza, de la que yo carezco, hip.

No me acordé de decírselo a la doctora que está de guardia porque mi oncólogo de cabecera se fue de vacaciones -empieza agosto y nadie que se precie de exitoso o al menos consistente en su profesión permanece en Madrid, el calor es seco y llega a ser inclemente, como este maldito hipo-. Pero aunque se lo hubiera dicho, no creo que se haya inventado nunca un medicamento útil contra el hipo. Dicen que es enfermedad de Papas y que varios se han muerto de hipo desde la Edad Media y desde antes. Claro que hay páginas en Internet que describen los procedimientos que se deben seguir, y algunos llegan hasta la cirugía. Pero imagínate la situación:

-Vengo a que me operen.
-¿Qué tiene usted?
-Hipo.
-Váyase a su casa y tómese un vaso de agua al revés. Y vuelva cuando tenga algo más serio: caspa, por ejemplo.

Aunque quizás la doctora, muy profesional como se veía, habría empezado a hacerme una historia clínica para tratar de averiguar el posible origen, hip. Y lo peor es que, en este caso, lo sé muy bien: se debe a los medicamentos contra el cáncer; o no, alto ahí, a los medicamentos asociados: los corticoides ¡eureka!, es la primera vez que me da hipo con cada aplicación del fármaco y es la primera vez que lo tomo asociado con cortisona.

¡Ay, madre!, con razón le tengo tanto horror a esa sustancia, pero ¿qué prefiero: hipo o urticaria? Porque la cortisona me la dan para evitar la reacción alérgica que me produce una urticaria belcebullente que ya describí en todo su esplendoroso horror en estas mismas páginas; los muy morbosos, búsquenlas. Y nada, estoy perdido: esperar a que pase el efecto: una semana. Hasta ahora me da y se me quita, no crean que duermo con hipo, aunque hoy tuvo la gracia de despertarme a las cinco cuando me había dormido casi a las tres. Me da a ratos. Imagínense si fuera como un Papa y tuviera que irme agostando de hipo ante la imposibilidad de hacerlo de algo verdaderamente maligno por estar protegido con el manto divino de la suprema protección del Altísimo, hip.

1 comentarios:

Doré C. dijo...

ahh me choca el hipo...
saludos :)