Tocado

¡Oh dioses! Vivir no es fácil. Qué cantidad de sufrimiento tiene que procesar cada persona para alcanzar la tranquilidad de una vida satisfactoria, aunque sea por breve tiempo. Lo digo porque me llegan noticias de familia cargadas de dolor y aunque no son ajenas al común de los dolores de las personas vivas, cuando tocan de cerca lastiman. Y es cierto que cada uno tenemos nuestro drama particular y el caudal de pena que hay que asimilar depende de la vitamina con que hayamos nutrido nuestra capacidad de resistencia, pero los dramas de aquellos con quienes hemos convivido en intensidad familiar tocan las fibras más delicadas que tenemos. Estoy tocado.

No obstante, como la característica principal de la vida es su azaroso movimiento, su palmaria incapacidad de quedarse quieta, su chisporroteo por los millones de poros de la piel del día que trasudan realidad y fantasía, os remito, con la sorpresa pintada en los ojos, al comentario que hace Eduardo Olvera en la entrada del sábado 17 de marzo pasado en este mismo blog. Es a propósito de Vital Alzar y su carabela. Yo entonces me asombré al buscar el nombre del navegante en internet y no encontrarlo e hice la reflexión de si existirá algo que todavía no haya percibido el ojo omnipotente de Google, y que si este hombre no estaba era porque quizás no era un ente de la realidad, ni de la fantasía siquiera; no había sido creado ni por Natura ni por Imaginia. Ahora hay cinco o seis entradas con su nombre, entre ellas la mía, y mi inquietud se desvanece: existe. Qué más da si hay o no un Vital Alzar de carne y hueso; ya hay un poema, diatribas y noticias en su nombre, y alguien, más de uno, al evocarlo lo construye. "Yo sé que recatándose en la sombra / a toda alma responde un alma ajena", decía Pablito Cabrera; hoy respondió Eduardo, mañana quizás alguien en la tiendita de abarrotes de Boca del Río le diga a Vital que hay quien pregunta por él en el universo y entonces cobre cuerpo y me escriba diciéndome que ahí está, que tiene un proyecto nuevo de cruzar los mares, que alentamos mientras alguien nos recuerde y nos evoque.

Qué más da que el papado de Benedicto XVI haya reinaugurado el Infierno, que había liquidado Wojtyla, y clausurado el Limbo, la imaginación los ha construido con mucha mayor solidez de la que el Vaticano se imagina; ¡que le quiten a Dante lo bailado! Me asomo a Google, según lo antes dicho, y entresaco al azar estas frases:

En el siglo V San Agustín decía que los niños muertos sin bautizar iban al infierno y, a partir del siglo XIII, comenzó a hablarse del "limbo" como "ese lugar donde los niños no bautizados estarían privados de la visión de Dios, pero no sufrirían, ya que no lo conocían". (Esta es de Wikipedia, las siguientes son de< www.letralia.com/ciudad/gonzalez>):

Nuestro amado Dante pobló este lugar de poetas como Virgilio, Homero, Horacio, Ovidio y de héroes como Héctor, Eneas y el musulmán Saladino... Ludovico Ariosto, el genial poeta italiano del Renacimiento, nos cuenta que el Caballero Astolfo visita el Limbo de la Luna... El gran Shakespeare usa, como sinónimo de cárcel, la expresión “el Limbo de los Padres”, en tanto que John Milton dice que “el Paraíso de los Tontos” es como el Limbo... Un poeta menos conocido, Alexander Pope (s. XVIII), dice que el limbo contiene “la sonrisa de las prostitutas y las lágrimas de los herederos”.

Y pudiera seguir escarbando en ese archivo sin puertas que es utopía y llenaríamos de oprobio cultural la decisión de los pontífices que creen que lo imaginario se destruye con negarlo, y quizás llegara de nuevo al principio de esta página y encontrara la razón del sufrimiento y su eterna cura. Pero se está haciendo tarde, la hora del desayuno pide que le respete su lugar; Milagros no debe tardar en estar de vuelta; hay que comenzar a preparar la fruta...


PERA

Estaba yo pelando una pera muy quitada de la pena,
contenta de ir a servir de desayuno,
cuando de pronto noté el poco pudor
con que se dejaba eliminar la vestimenta
y cómo soltó en humedad que me escurría por los dedos
un jugo lúbrico que me pedía cierto pudor que en esta materia ya he
perdido
y no por eso la sentía menos densa y dulzona
acomodarse a la temperatura de mi mano;
la nombré suavemente la reina de las frutas,
la chupé, la mordí, la hice mía
y escribo su nombre para que no se borre en la memoria de los
siglos: pera.

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