Sueños con perros

Creo que ha habido muchos perros en mis sueños. Ahora había uno chiquillo y repugnante que me seguía en una callejuela horrenda por la que iba con mi hijo Pablo, que era el director de la película, hasta donde había dejado el coche: una esquina nada segura pero donde al menos había algo de luz. Pasaron otros perros, algunos grandes y amenazantes, pero los prefería grandes siempre y cuando al acercarse para olerme no me mojaran el dorso de las manos con sus narices húmedas, pero este pequeñajo que me seguía no llegaba tan arriba así que yo me agaché para acariciarlo justo en el momento en que estaba vomitando; guácala, creo que vomitaba un feto humano que se había comido. Luego me dejaron solo en la esquina y pasó un tipo que intentó lazarme como a una res pero me le escurrí del lazo y fui yo quien lo atrapé y aun estando débil pude reducirlo y obligarlo a decirme quién era y qué quería. Había otros perros, mucha penumbra, todo era lúgubre y sórdido; el coche ya no estaba allí y yo estaba solo, pero alguien había abierto la portezuela -supongo que antes- pensando que estaba vacío y se había encontrado conmigo dentro, yo era policía y él, un raterillo.

Antier soñé este otro: Hay un perro grande color miel en mi casa, un perro tranquilo y amistoso; ha estado echado bajo mis piernas mientras estoy sentado y ahora que me he puesto de pie queda detrás de mí unido aún al chándal de que estoy vestido (chándal es lo que en México llamamos pants, ni allá ni acá hay palabra castiza para esta vestimenta metefácil de inspiración deportiva); me doy cuenta de que estamos embarrados de algo que se pega a su piel y a mi ropa; me separo de él con trabajos y me dice que está todo pegosteoso, que de qué lo ensucié. Yo estoy seguro de mi inocencia en el caso. Cálmate, le digo, no vayas por ahí manchando todo, espérate a que te bañe, mientras le despego capas como de una película transparente muy delgada llena de un líquido denso como un gel, también por completo transparente. En algún lado se echó y se llenó de esta porquería, pienso; se resolverá con un baño. Lo bueno es que habla, me entiende y parece que acepta el baño que le ofrezco.

Por fortuna existe vida más allá de los sueños, que salvo raras ocasiones en que son lúdicos y armoniosos, suelen ser parte tan enredada, lenguajes tan retorcidos y duros de desentrañar. Claro que un domingo, como hoy, uno podría dedicar un rato al menos a tratar de descifrar algunos mensajes que le llegan con insistencia desde el lado oscuro. Pero soy reacio a los asuntos esotéricos, me dan desconfianza cuando no me dan flojera. No sé por qué dije con tanta convicción al principio del párrafo "por fortuna". Ah, ya: que por fortuna hay vida más allá, es decir, acá, en la vigilia, en donde uno cree tener las claves para interpretar y manejar los datos de la realidad que lo rodea. A Milagros, en cambio, sí se le da esto de interpretar los sueños; le preguntaré al rato por mis perros.

Cuando mi amiga Silvia Molina era agregada cultural en Bruselas me invitó a participar en un congreso en la Universidad de Lieja, pretexto por el que fui a Bélgica en esa ocasión y, claro, como hacemos todos, me fui al museo. Aquí cuento esa inmersión, porque ese es el oficio de la poesía, hacer la crónica de nuestras inmersiones en el agua de la vida.


UNA VENUS DE CRANACH

Me estaba yo beneficiando a una Venus con sombrero, de Lucas Cranach
y el amorcito que la acompaña ni se inmutaba,
nomás miraba y sus abejitas se alborotaban,
cuando vino la celadora del Museo Real de Bellas Artes, de Bruselas
y anunció en cinco o seis idiomas, menos el mío, que a las doce del día
se cerraba la sala, y nos apagó la luz.
Me tuve que salir con todo a medias.
¡Qué horas de cerrar la sala de un museo!
Por fortuna en la casa tenía otra Venus, la de la Galería Borghese, de Roma, con lo que se ve que Cranach y yo tenemos tendencias semejantes
en materia de vénuses y amores.
Y aunque la romana no está nada mal, la belga es mucho más pícara y contundente y su cupido más tolerante. Y además la tenía en persona.
Siempre entre hermanas hay diferencias.
Aunque ambas tienen las uñas sucias.
Definitivamente, volveré cualquier día de estos a terminar el portento.

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