Memoria y berrinche

No se han cumplido todavía dos meses de que empezamos con esta página diaria a ocupar un espacio en la atención de algunos navegantes con la sencilla propuesta de publicar cada día un poema; eso ha permitido que, ya que están, les cuente cosas: que si tuve tales sueños, que si comí con más o menos apetito, que si leí tal cosa en la prensa, si descubrí libros magníficos, si me pusieron una vía en una vena para entrar en secreto al misterio de mi muy particular vida real. No he parado de contar intimidades, de hacer a todos partícipes de cuanto me ocurre y se me ocurre. Y así pienso seguir. Falta tanto...

Los navegantes han ido aumentando; cada vez hay más tráfico por estas aguas, aunque hay días que parece que todos se pusieron de acuerdo en irse al cine o a la playa o al cielo, ve tú a saber a dónde, y baja drásticamente la asistencia; pero también hay otros en los que parece que se pasaron mensajes unos a otros, que se avisaron que había que estar y entonces cunde el menudeo, sube la aguja del marcador como si se tratara del tablero de resultados de un partido en el que voy ganando. Esas veces me gusta más, lo confieso; pero también sé que la vida tiene de todo, que como decía el Arcipreste "la peña tien blancos, tien prietos, pero todos son conejos / son los dedos en las manos pero non todos parejos". Pero dudé, me entró la cosquillita de que algo no estaba bien y corrí a preguntarle al tío Google si había hecho bien la cita de memoria y me puso una regañina: está perfectamente mal citado, no es así, me dijo. Pues bueno, le dije, así es como yo me acuerdo que lo leí. Pues te acuerdas mal, corrígelo, inútil, bueno para nada, chiquilicuatro, mequetrefe. Entonces yo, como mal portado, y quién no cuando le dicen majaderías de ese calibre, hago berrinche y lo dejo como está, que lo corrija su abuela.

Aunque estoy convencido de que la página de ayer era redonda, veo que el poema de hoy le correspondía más a su espíritu que al de este domingo. Ya nimodo, lo cáido cáido. Qué esperanzas que repita lo que dije ayer nomás para que el pobre poema se sienta protegido. Por fortuna tenemos la ventaja de que ahora sí la Primavera ha establecido un clima de lo más grato y para toda esta semana nos promete un bienestar que ronda por los veinte grados. Y eso cualquier poema lo agradece.


LA CEBOLLA

Son hojas de cebolla
las capas últimas del sueño

y la lechosa claridad del alba
me hace un poco llorar.

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1 comentarios:

Alejandro Aura dijo...

Hola, Mario, qué bueno que me pasas a visitar; esas visitas son las que mantienen viva esta bitácora.