Pollito con arroz

Anoche nos fuimos de picos pardos y hoy, claro, me quedé dormido hasta casi las diez, como si no tuviera una responsabilidad que cumplir. No es estación de radio, así que no hay que entrar al aire a una hora determinada, tampoco es un periódico al que esperen los voceadores en la puerta para correr a repartirlo gritando sus novedades (cosa que ya no existe, por lo demás, ni siquiera en las ediciones vespertinas; sólo quedó como prototipo el vendedor de periódicos en la memoria de quienes lo vivimos), no es un programa de tele que esté metido con calzador de segundos entre una avalancha de comerciales. Nada de eso; este blog tiene toda la libertad de moverse en el horario que quiera y con la periodicidad que quiera; éste y todos, faltaba más; pero entonces ¿por qué me siento incómodo de haberme quedado dormido y estar tecleando demasiado tarde? De picos pardos, sí, pero a una casa decente y con amigos adecuados; no nos revolcamos en ningún fango moral ni nada que se le parezca. Unos tequilitas, sí, pero con comedimiento, y un Ribera del Duero con la cena, y luego otros comedidos tequilas bajativos. Así que ¿por qué tanta inquietud por una hora más o menos?

Porque si se piensa bien, el tema del horario en este medio es altamente relativo; en España es una hora equis pero en México son siete horas más temprano, en Estados Unidos hay tres horarios diferentes, otra hora o dos horas está recorrida América del Sur, y en Europa lo mismo, sin contar con el horario en Asia en donde los que leen estas palabras están ya en la hora de la comida o en la de la siesta. Así que relájate, me digo; calma, amigo; no pasa nada; escribe lo que tengas que escribir, y olvídate del horario. Y con estas sabias palabras me tranquilizo. Y ya con la respiración normalizada recuerdo que ayer pensé en compartir un pollito con arroz que no me quedó nada feo; veréis:

Puse en una cazuela de barro unas piezas de pollo, piernas y muslos (muslos y contramuslos, les llaman acá) con un poco de aceite de oliva de Calanda, que es el que consumimos en casa gracias a los papás de Javier Espada, y le agregué un chorrito de vinagre de vino, un poco de sake (le iba a poner vino de bandeira pero lo olí y me dijo que no, que lo dulzón no iba a ayudar en este caso), una hoja de laurel, sal y pimienta, y lo dejé, tapado y a fuego muy lento a que se hiciera a su gusto. Y le puse de acompañamiento un arroz con trampa: ya hace mucho que compramos siempre arroz chino con olor a jazmín, esta vez le piqué unos brotes de cebolla que crecieron en la penumbra en que viven en casa las cebollas, sal y un poquito de azafrán, por eso digo que es trampa: amarillo y con el gusto envolvente del azafrán pero en arroz con dejos de jazmín; quedó de pelos.

Y ahora quiero acordarme de la mañana aquella en que, por alguna cuestión de trabajo, fui a dar al parque del Retiro -hay allí varios recintos culturales y seguramente había alguna inauguración de artistas mexicanos, o algo así- y acabé desprendiéndome de toda razón que hubiera podido llevarme y disfrutando el paseo como un hombre libre, contento, en paz consigo mismo. En el fondo me doy cuenta de que no soy diferente al que debo ser.


PASEO MATINAL POR EL RETIRO

Oh qué bien se siente andar así,
las personas se saludan, los pájaros
se animan a pisar cerca de uno,
un ejército de jardineros que responden a mis preguntas con comedimiento
quita las mercadelas porque ya acabó el verano;
Parlem del vent, una escultura que anda por allí de Andreu Alfaro
me susurra quedito y sesgado todas las cosas que anoche pasaron en el
parque
y otra de Chillida con cinco puntas como cinco dedos le da consejos al
espacio
y acaricia el cielo muy muy azul de la mañana.
De buenas a primeras
un ahuehuete de los tiempos de cuando Felipe IV y yo éramos niños y este
jardín era monte
me da su propia versión del Retiro;
Taxodium me lo nombran los señores de verde como si no lo conociera yo,
sabino,
¡me siento tan bien bajo su sombra tenue!

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2 comentarios:

elvira dijo...

ujAle.
Sempre es bueno salir de la rutina y sobre todos una velada con amigos, el poema. me translado andar caminando por un jardín donde los pajaros confian en uno más cuando se le da vida a una escultura "Abreu",
que te susurra, lo que pasa.
Elvira Trujillo.

Anónimo dijo...

Perdón por el retraso, pero ayer llegué corriendo a la oficina y lo primero que hice (ay de mi), fue entrar al mi blog tan querido… y ¡pácatelas!... que me quedo en el parque… y apenitas voy regresando.