De los pelos
Como a la semana de que me pusieron por vez primera quimioterapia, al estarme bañando me di cuenta de que el pelo se me caía con tal profusión que seguramente no me duraría para el resto del mes, como el gasto. Pues a la pelu, dije, y Antonio, el peluquero, que me acababa de hacer un corte bastante coquetón, cogió la rasuradora y me peló a cero; de la frente al cogote, plis, plas, y listo. Una sensación rara porque nunca en mi vida me había rapado; ni siquiera cuando todos los jóvenes de mi generación lo hacían que era al entrar a prepa, el preuniversitario: o llegabas con la cabecita limpia o te la limpiaban entre los mayores de mala manera, se llamaba "la perrada", y no había más que ir ese mismo día al peluquero con la humillación de las mordidas de burro en todo el jardín de la chompeta; pero digo que ni siquiera entonces porque yo no entré nunca a bachillerato, ni hice con decoro los años escolares previos. Pero me veía bien; ahora, digo; raro pero bien; siempre pensé que tenía más fea la bola superior. Con objeto de no hacerme mala sangre me tomó Milagros una foto y se las mandamos a los amigos, que jamás se imaginaron que me verían así.
Tengo otra imagen, la de las caricaturas, en donde jalarse los mechones de pelo hacia los lados indica desesperación, pero por más esfuerzos que hago no logro recordar una sola ocasión de la vida real en la que alguien se jale el pelo con ese motivo; lo más que recupero de la gestualidad colectiva sería alguien que se lleva ambas manos a la cabeza y mete los dedos entre el cabello tirando hacia atrás e inclinando hacia abajo la cabeza. Supongo que algo así habrá hecho ayer José María Aznar, que tiene cabellera tan abundante, cuando un prominente diputado de su mismo partido declaró que en su opinión fue un error político "la foto de las Azores", aquella que circuló en la prensa de todo el mundo, previa a la invasión de Irak, en la que están Blair, Bush y Aznar con una linda sonrisa de muchacho contento porque lo admitieron los grandes en su juego, avisándole al mundo que a pesar de la oposición de la ONU ellos solitos van a acabar con los malos. Y digo, porque cuatro años después, y con su arrogancia, José María se ha de sentir muy mal, muy mal.
Hay otros motivos con pelos, por supuesto; algunos preciosos como las cabelleras de las chicas que anuncian champús en los programas vespertinos de la televisión, la hora en que las señoras que han perdido la lozanía y longitud del cabello ven la tele; o las cabelleras míticas, como la de Lady Godiva, que confía a su cabello el resguardo de su pudor, o la de Venus saliendo de la espuma según Boticelli, que tuvimos luego el privilegio de ver en persona con Uma Thurman en el Barón de Munchausen, la película de Terry Gilliam filmada en las auténticas ruinas de la Guerra Civil en la ciudad de Belchite, en Aragón; la cabellera de Rapunzel, que era su vínculo con el mundo porque a través de ella subían a su torre la bruja o el príncipe; o la cabellera espeluznante de Medusa, una de las tres hermanas Gorgonas, que tenía tan malos pensamientos que en lugar de cabellos peinaba serpientes y todo el que la miraba quedaba petrificado. En fin, pelos hay muchos, y este breve poema, acude a un gesto que todos entendemos: sirve para definir una sensación que todos, en mayor o menor medida, conocemos.
MIRAR EL MUNDO
Cógete el pelo,
si lo tienes,
jálalo
y grita un poco
porque es
la única manera
de acreditar tu miedo
y que te crean.
3 comentarios:
Ale: el cabello nada mas sirve para cubrir las apariencias pero uno sigue pensando lo mismo.
felicidades.
Elvira Trujillo.
Sr. aura, como usted menciona, "las maravillas del Internet""......... y una de estas maravillas es su pagina y sus encantadores poemas y escritos, siento mucho que no disfrute de la deliciosa comidita mexicana, ya que a mi gusto, nada mas sus olores nos enloquecen.....,
felicidades por su página y no dejaré de abrirla cada día, ya que me alegra mucho.
Gracias, Pao, por tus palabras, pero fíjate que sí disfruto de la cocina mexicana; no sé me da mal el tema y solemos comer en casa muchos platillos nuestros. Casi todo lo que se requiere lo encuentro en Madrid y lo que no, lo encargo a todos los cuates que vienen de México. Imagínate que me voy a desayunar el último mango de manila de unos que me mandó mi hija María.
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