Campanas
En un excelente libro sobre los orígenes del mito de Santiago de Compostela me encontré con la muy novelera idea de que la iglesia española tuvo, en sus días, cuando todavía no cuajaba en concilios sucesivos el basamento y columnaje definitivos del edificio institucional, la tentación de colocar al apóstol y su iglesia por encima de San Pedro y el Vaticano como sede de la cristiandad, cosa no tan descabellada cuando se pondera esa parte cristiana, dura, imperial, guerrera, de los españoles que cristalizó en el imperio en que no se ponía el sol. Me encantó la historia del saqueo de las campanas y su ir y venir (condición sine qua non de toda campana) entre el mundo cristiano y el árabe, que no acaban de hacer unidad aunque pasen y pasen los siglos y tengan tanto en común, y de la metáfora que surge naturalmente con ese vaivén.
Mi amigo Isaac Masri montaba en esos días en que lo escribí una exposición de esculturas con el tema de campanas en Paseo de la Reforma, en la ciudad de México, y me pidió, como a todos sus demás amigos poetas, un poema del asunto. Caben dos posibilidades: una, que lo haya leído como una apología de la españolidad y parecido que ni gustaría a los mexicanos ni convendría a mi prestigio, y otra, que le haya llegado tarde, como me dijo.
El poema termina en una exaltación eufórica y eufónica, no exenta de sarcasmo, que saca de la jugada todas las argumentaciones previas y deja el puro sonido de una reiteración monótona que no sabe de razones. Algo semejante a la campaña que estos días ha desatado la derecha española más recalcitrante enquistada en lo que debería ser un partido demócrata de centro derecha, contra el gobierno de Rodríguez Zapatero. ¡Qué talán talanes los que están sonando!
LAS CAMPANAS DE SANTIAGO
Llegan los moros de Almanzor como una ola incontenible
a Santiago de Compostela
desde donde la iglesia resistente piensa
que puede competir con Roma
ya no digamos con Jerusalén lejana y tenebrosa
luego de que el propio apóstol matamoros en persona
saliera a caballo en la matanza de Clavijo a destrozar infieles
Y luego de hacer todos los desmanes y saqueos que se acostumbran en las invasiones de antes y de ahora
que el mundo siempre ha sido así depredador y tosco
se llevan las campanas de la iglesia a hombros de prisioneros cristianos
para hacerlas candelabros de la Mezquita de Córdoba
luz de la Mezquita luz de la vida ¡chíngalo!
Dejan mudo al apóstol a quien vienen a ver de todo el mundo
todo el mundo se entiende que es Francia y poco más
hasta que la reconquista doscientos años después toma Granada
y todo lo que le corresponde
y se vienen a Santiago despacito y celebrando
con la carga sobre los hombros de presos granadíes
para poner de nuevo las campanas en su sitio. Uf.
¡lo que habrá sido esa fiesta!
¡lo que habrá sido esa gesta!
cierto, no se pudo hacer que Sant Yago fuera más fino gallo
que San Pedro o que el propio Jesús
pero qué talán talanes más alegres, imperativos, durables
densos con la tensión del aire contenido por la rabia
qué talán talanes que volvieron a serpentear por las rutas
de los peregrinos ¡Viva España! ¡Viva Santiago!
¡Viva Santiago! ¡Viva España!
¡Talán talán! ¡Talán talán!
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